sábado, 21 de noviembre de 2015






La fría sombra de un ala
           

La miré desde lejos. Me impactaron sus dimensiones que eran tan grandes, como el árbol que estaba frente a mí. Desde donde yo me encontraba le distinguía una  apariencia un tanto puntiaguda. Cuando me movía hacía el otro costado el ala se mostraba más ancha y redondeada.
Me fui acercando de a poco y me puse delante suyo; entonces vi que sobre sus orillas caminaban muchas hormigas. Parece que estos insectos se nutrian de algunas plumas que había dejado el ala que perteneció a una vieja gallina del gallinero de mi abuela. Es decir que ella  también tenía historia, tal vez por eso había despertado  en  mí tanta inquietud.
Yo la observba desde hacía mucho tiempo y su olor era como el olor amanecido de la gallina de mi abuela.
A veces me ocultaba en un huequito del árbol y el ala aparecía junto a mi, como si fuera un niño retraido y lleno de miedo.
Cuando me detenía en la copa del árbol, se atravesaba por mis ojos, entonces yo perdía la calma, pero luego me daba cuenta de que dentro de ella había un juego muy similar a la nobleza. Y me quedaba más tranquila.
En el momento en que yo sacaba una mano a través de una rama, la palpaba  y la sentía muy fría, como si ella regresara de un gran duelo. Y a  veces giraba sobre mí  haciendo un ruido melodioso, como queríendo volar más alto mientras se deslizaba haciendo toboganes en el aire. 
Y sucedió que luego de soltar algun sonido a mis espaldas, una tarde la quise abrazar pero no pude. Entonces ella me habló y me dijo: Soy tu sombra , la nostalgia de la última gallina que mataron en la casa de tu abuela y tú la comiste. Fue el día en que  luego de ver correr tanta sangre, yo volé muy fría detrás de este árbol. Allí hice mi duelo mientras todos comían.

                                                  MARÍA EUGENIA CALÍ